sábado, 2 de mayo de 2009

José de Ribera: Martirio de San Felipe

Obra: El martirio de san Felipe  
Autor: José de Ribera (1591-1652) Lo Sagnoletto  
Fecha: Siglo XVII (1639)  
Estilo: Barroco  
Técnica: Óleo sobre lienzo 
 
Este cuadro, concocido como El martirio, impresionante drama religioso y humano, de San Felipe, fue realizado al óleo sobre lienzo por José de Ribera en 1639, en época de madurez del artista. Posiblemente fuera pintado para Felipe IV que llevaba en el nombre el patrocinio del santo. 
La escena, que ocurre al aire libre, está tomada de la Leyenda Dorada, colección de relatos hagiográficos escrita por Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII. 
En el cuadro, con un sentido muy barroco y realizando el movimiento en acto, se pinta el momento en que están preparando la crucifixión, no el martirio mismo. San Felipe estaba predicando en Hierápolis (Asia Menor) y allí fue crucificado pero no con clavos, sino atado al palo de la cruz con cuerdas. 
La composición gira en torno a dos diagonales claras y muy barrocas; una de ellas está formada por el brazo y el cuerpo del santo; la otra está trazada por las figuras que se ven a la derecha y la espalda del sayón que sujeta al santo por los pies. Estas formas contrastan con la verticalidad del palo de la cruz. Además se ofrece un oposición entre el esfuerzo que hace el grupo de sayones de la izquierda para subir el cuerpo y el peso del cuerpo del santo, que en actitud mísica de abandono total en manos de Dios, pesa hacia la tierra. 
El cuadro se completa con unas figuras, a la derecha, que asisten al espectáculo comentando lo que está ocurriendo y otras que se encuentran a nuestra izquierda, y que parecen ausentes. Entre estas figuras se encuentra una mujer con un niño en sus brazos, como un contrapunto tierno a la crueldad del momento. ¿Alusión a la virtud cristiana de la caridad?
Los escorozos de algunas figuras son violentos. Aunque Ribera tuvo momentos de influencia caravaggesca clara, en su madurez aclaró el fondo, con un cielo luminoso azul. El tenebrismo continúa pero atemperado, como se ve por ejemplo en el rostro del santo, por el influjo de la escuela veneciana y de los pintores boloñeses del XVII. El modelado del cuerpo es de un gran realismo; está perfectamente hecho; el rostro es realista, de alguna persona cercana al círculo del artista. Este naturalismo caravaggesco continúa: no hay un rompimiento de cielos con su gloria divina, ni coro de ángeles, ni nimbo en la cabeza del santo, ni nada parecido; así la crueldad es más manifiesta. Los cuerpos están deformados por el esfuerzo y la tensión, todo muy lejos del idealismo.

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