sábado, 30 de abril de 2011

Renoir: Le moulin de la Galette

Obra: Le moulin de la Galette 
Autor: Pierre Auguste Renoir (1841-1919)
Fecha: Último tercio del siglo XIX (1876)
Estilo: Impresionismo. Pintura del siglo XIX
Técnica: Óleo sobre lienzo
 
Renoir perteneció a la escuela impresionista, pero ofrece una interpretación más sensual que otros impresionistas, más inclinados a lo ornamental y a la belleza. En sus creaciones muestra la alegría de vivir; sus personajes se divierten en una naturaleza agradable. Renoir posee una vibrante y luminosa paleta que hace de él un impresionista muy especial.
Le Moulin de la Galette (Molino de la torta o pan de centeno) era un molino de viento que estaba situado en lo alto de Montmartre, la colina más famosa de París. Tras la Restauración borbonica en 1814 en Francia, este lugar vive su época de esplendor, la belle époque. La bohemia parisina de artistas, literatos, prostitutas y obreros se asienta allí, en la colina, y frecuenta sus talleres de arte, cafés y cabarets. Le Moulin de la Galette y su alrededor se convirtieron en sala de fiestas. Con el buen tiempo el baile se realizaba al exterior. El lugar se llenaba de pequeños burgueses, obreros, soldados, chulos, modistillas y chicas acompañadas de sus madres en busca de novio. Un lugar en el que igualmente se celebraban reuniones de artistas, pintores, poetas y músicos que habitaban en los húmedos y fríos estudios de las calles cercanas. 
Los bailes eran por la tarde de los domingos y festivos; empezaban a las tres y duraban hasta pasada la medianoche, alumbrado por farolas e hileras de lámparas de gas. 
Una orquesta “de diez pobres diablos”, según testimonio de la época, amenizaba la danza con canciones populares, polkas y valses, mientras que alrededor de la pista se disponían mesas bajo los árboles para aprovechar la sombra. 
Así se representaba la vida moderna, un anhelo de los impresionistas.
La obra se convirtió en una serie de retratos de amigos del pintor. En las mesas se sientan un grupo de pintores cuyo nombre se conoce, junto a las hermanas Estelle y Jeanne y otras jóvenes del barrio de Montmartre. En el centro de la escena bailan Pedro Vidal, pintor cubano, junto a su amiga Margot que nos miran fijamente; al fondo hay más pintores. 
Allí, debajo de un grupo de farolas, está en un kiosco la orquesta.
Para generar la idea de movimiento y la de muchas personas recurre Renoir a presenta dos perspectivas, o puntos de vista. El grupo que está a la derecha, en torno a la mesa, está visto desde un punto de vista alto; las figuras que bailan al fondo están vistas desde un punto de vista frontal. Este gusto por el uso de perspectivas distintas ya se había usado en el manierismo (ver El martirio de san Mauricio de El Greco) y también por Degas, otro pintor impresionista.
El cuadro está organizado en torno a una gran diagonal que va de la parte superior derecha a la esquina inferior izquierda y en diferentes planos paralelos que se alejan, recordando las formas clásicas. Las figuras están ordenadas en torno a dos círculos: uno formado por las figuras en torno a la mesa, y otro por los que rodean a los que rodean a la pareja de bailarines. La alegría que inunda la composición hace de esta obra una de las más impactantes no sólo de Renoir sino de todo el grupo, convirtiéndose en un testimonio de la vida en el París de finales del siglo XIX
La luz para cualquier pintor impresionista es un elementos fundamental dentro del cuadro. Y como se pinta lo que se ve, fíjate en el personaje que está sentado a la mesa de espaldas. Es el pintor Franc-Lamy, amigo de Renoir. En su chaqueta parece que hay manchas blancas. Esas aparente manchas son la proyección de la luz que penetraba a través de los árboles e impacta en la chaqueta. Y así hay más muestras en el cuadro.
Parece que pintó un cuadro in situ de menor tamaño que le sirvió para realizar el cuadro en tamaño grande. La obra fue alabada en su momento como página de historia, un monumento precioso de vida parisina representada con la exactitud rigurosa. Nadie antes de él había pensado capturar algún aspecto de vida diaria en un lienzo de tales dimensiones grandes. 
 
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Obra: Le Moulin de la Galette
Autor: Pierre Auguste Renoir (1841-1919)
Data: último terzo do século XIX (1876)
Estilo: Impresionismo. Pintura do século XIX
Técnica: Óleo sobre tela 
 
Renoir pertenceu á escola impresionista, pero ofrece unha interpretación máis sensual que outros impresionistas, máis proclive ao ornamental e á beleza. Nas súas creacións amosa a alegría de vivir; os seus personaxes divírtense nunha natureza agradable. Renoir ten unha paleta vibrante e luminosa que o converte nun impresionista moi especial.
Le Moulin de la Galette (Muíño da torta ou pan de centeo) era un muíño de vento que estaba situado no alto de Montmartre, o outeiro máis famoso de París. Despois da Restauración borbónica de 1814 en Francia, este lugar vive o seu momento de auxe, a belle époque. A bohemia parisina de artistas, escritores, prostitutas e traballadores aséntase alí, no outeiro, e frecuenta os seus estudos de arte, cafés e cabarets. Le Moulin de la Galette e os seus arredores convertéronse nunha discoteca. Co bo tempo o baile realizouse fóra. O local encheuse de pequenos burgueses, obreiros, soldados, proxenetas, modistas e nenas acompañadas das súas nais que buscaban noivo. Un lugar onde tamén se celebraban encontros de artistas, pintores, poetas e músicos que vivían nos húmidos e fríos estudios das rúas próximas.
Os bailes eran pola tarde os domingos e festivos; comezaban ás tres e prolongáronse ata pasada a media noite, iluminadas por farolas e ringleiras de farolas de gas.Unha orquestra “de dez pobres diaños”, segundo o testemuño da época, amenizaba o baile con cantos populares, polcas e valses, mentres que na pista de baile se colocaban mesas baixo as árbores para aproveitar a sombra.
Así se representaba a vida moderna, un desexo dos impresionistas.
A obra converteuse nunha serie de retratos de amigos do pintor. Nas mesas sentan un grupo de pintoras cuxo nome é coñecido, xunto coas irmás Estelle e Jeanne e outras mozas do barrio de Montmartre. No centro da escena baila Pedro Vidal, un pintor cubano, xunto coa súa amiga Margot que nos miran; ao fondo hai máis pintores.
Alí, baixo un grupo de farolas, a orquestra está nun quiosco.
Para xerar a idea de movemento e a de moitas persoas, Renoir recorre a presentar dúas perspectivas, ou puntos de vista. O grupo da dereita, arredor da mesa, vese dende un punto de vista elevado; as figuras que bailan ao fondo vense dende o punto de vista frontal. Este gusto polo uso de diferentes perspectivas xa fora empregado no manierismo (véxase O martirio de San Mauricio de El Greco) e tamén por Degas, outro pintor impresionista.
O cadro organízase arredor dunha gran diagonal que vai dende o ángulo superior dereito ao inferior esquerdo e en diferentes planos paralelos que se afastan, lembrando formas clásicas. As figuras dispóñense en torno a dous círculos: un formado polas figuras que rodean a mesa, e outro polas que rodean as que rodean á parella de bailaríns.A alegría que enche a composición fai desta obra unha das máis impresionantes non só de Renoir senón de todo o grupo, converténdose nun testemuño da vida en París a finais do século XIX.
A luz para calquera pintor impresionista é un elemento fundamental dentro da pintura. E xa que o que se ve está pintado, mira o personaxe que está sentado á mesa de costas. É o pintor Franc-Lamy, amigo de Renoir. Na súa chaqueta parece que hai manchas brancas. Estas manchas aparentes son a proxección da luz que penetraba polas árbores e golpeaba a chaqueta. E así hai máis mostras na caixa.
Parece que pintou in situ un cadro máis pequeno que lle serviu para facer o cadro grande. A obra foi encomiada no seu momento como unha páxina da historia, un monumento precioso da vida parisina representada con rigorosa precisión. Ninguén antes del pensara plasmar ningún aspecto da vida cotiá nun lenzo de tan grandes dimensións.
 

viernes, 29 de abril de 2011

Manet: Almuerzo sobre la hierba


Obra: Almuerzo sobre la hierba. Le déjeneur sur l'herbe 
Autor: Éduard Manet (1832-1883)
Fecha: Último tercio del siglo XIX (1863)
Estilo: Impresionismo. Pintura del siglo XIX
Técnica: Óleo sobre lienzo
 
La Academia de Bellas Artes de París celebraba desde 1725 una exposición oficial con obras de los alumnos finalistas de la propia academia. Durante más de 200 años esta exposición, anual o bianual, influirá en la pintura francesa. Era fundamental para cualquier pintor que quisiera darse a conocer que sus obras fueran admitidas en este llamado Salón de París. 
Desde 1748 se introdujo un jurado, cada vez más conservador, para elegir las obras que podrían ser expuestas; de manera que los jóvenes pintores tenían grandes dificultadas para que sus obras fueran admitidas.
Cuando en 1863 se rechazaron más de 2.000 obras, hubo protestas de los pintores. Ante esta situación, el emperador Napoleón III, en plan democratizador, instituyó el Salón de los Rechazados (Salon des Refusés) para que las obras rechazadas pudieran exponerse ese mismo año y así hacer ver al público por qué habían sido defenestradas. Muchos críticos y el público en general ridiculizaron las obras, pero también la atención de los críticos legitimó el surgir de un arte de vanguardia en pintura. Ese año y en ese Salón de Rechazados se dio a conocer esta obra, rechazada en el Salón oficial.
La presentación de un desnudo femenino entre dos caballeros vestidos, sin posible coartada mitológica, causó escándalo e irritación, tanto entre el público como en la crítica. A ello también contribuyó que los personajes eran conocidos: la mujer es Victorine Meurend, la modelo preferida de Manet; un hombre es Gustavo, el hermano menor de Manet y el otro, Ferdinand Leenhoff, su cuñado.
Manet pareció inspirarse en una jornada de baño en el Sena para realizar un desnudo en un paisaje, el sueño de todo pintor según el escritor Zola. El título original de la obra era El baño. Cuatro años más tarde se de dio el nombre actual. El tema es un almuerzo en un bosque cerca de Argenteuil, por donde pasa el Sena. 
La figura desnuda, sentada sobre las ropas que se ha quitado, y que posiblemente se seca al sol, nos mira fijamente. Los dos personajes están hablando entre ellos, ajenos a la figura femenina. Visten de forma elegante y refinada, como los dandi ingleses. Al fondo hay una figura femenina, que parece flotar, mientras se baña o vadea un río. Es demasiado grande en comparación con las figuras del primer plano, y sobre todo si se la compara con la barca que está a la derecha. En la esquina inferior izquierda, una cesta de frutas y un pan redondo forma un bodegón.
No se trata, por tanto, de un cuadro de contenido realista o social, como se hacía desde Courbet o Daumier; sino que se quiere recalcar la libertad del artista frente al tema, que es lo menos importante. 
La hostilidad pública no sólo ayudó a hacer de Manet un héroe a los ojos de los pintores más jóvenes, sino que animó a Manet a mostrar su apoyo a ese grupo del que surgirán los “impresionistas”. La obra supone una ruptura con el arte académico y tradicional. Sin embargo, Manet se inspiró en las "fiestas galantes" del periodo rococó francés- en las que también aparecían mujeres desnudas junto a hombres vestidos; pero también se fijó en otras obras clásicas, cuyo modelo más directo podría ser el Concierto campestre de Tiziano - atribuido por aquellas fechas a Giorgione. Es curioso que la acusación de inmoralidad que originó este cuadro nadie la hubiera atribuido al trabajo de Tiziano.
Pero, ¿por qué fue rechazada esta obra? Porque suponía una muestra de la modernidad, al ser una joven burguesa cualquiera la que posaba desnuda ante dos hombres. Manet ya había recurrido a emplear imágenes modernas junto a elementos clásicos en otras obras pero nunca con tanta fuerza como en esta obra. Por lo tanto, sería rechazada por un jurado que, admitiendo desnudos en el Salón, no podía permitir que esta alusión a la vida moderna se exhibiera en las paredes del recinto oficial.  
Otros elementos novedosos del cuadro que contradecían lo que la Academia pedía eran: el fondo abocetado, para dar sensación de profundidad y de aire, como hacía Velásquez, uno de sus pintores favoritos; el fuerte foco de luz que incide directamente sobre las figuras, sin dejar opción a las sombras ni al modelado de las figuras; el contraste entre los negros trajes masculinos y la clara desnudez de la modelo, que elimina las tonalidades intermedias y el claroscuro para marcar aún más ese contraste.
En resumen, la obra parecía un despropósito más que un acto de rebeldía frente a las enseñanzas de la Academia pues contradecía todo lo que allí se enseñaba. Su importancia fue finalmente reconocida cuando los pintores impresionistas, acogidos en el taller de Manet, investigaron siguiendo sus principios libres de los prejuicios burgueses.

jueves, 28 de abril de 2011

Monet: Impresión. Sol naciente


Obra: Impresión. Sol naciente. Impression, soleil levant 
Autor: Claude Monet (1840-1926)
Fecha: Último tercio del siglo XIX (1872)
Estilo: Impresionismo. Pintura del siglo XIX
Técnica: Óleo sobre lienzo

Lo habitual era el que los artistas expusieran sus obras en el Salón Oficial, (leer el comentario de Le Déjeuner sur l'herbe, de Manet). Los Rechazados buscaron otros lugares para exhibir sus obras. Un grupo de pintores organizaron ocho exposiciones entre 1874 y 1886 al margen del Salón oficial controlado por la Academia de Bellas Artes. Este hecho supuso un paso fundamental en la independencia del artista moderno con respecto a las instituciones académicas y en la creación de un mercado privado de arte, dado que por primera vez los pintores, organizados en grupo, exponían sus obras dándolas a conocer a posibles compradores, con independencia de la Academia.
La primera exposición impresionista tuvo lugar el 15 de abril de 1874, en el Salón del fotógrafo Nadar. Se presentaron bajo el nombre de "Sociedad Anónima de pintores, escultores y grabadores". Intervinieron, entre otros, artistas como Monet, Pissarro, Renoir o Cézanne. Desde entonces las exposiciones se irán sucediendo en el tiempo y con sedes diferentes. En la exposición participaron, además, artistas no clasificados después como impresionistas, y otros, incluidos en el grupo, no expusieron, como el propio Edouard Manet.
La pintura que más comentarios suscitó, y la que dio nombre al grupo, fue la que se comenta. El término «impresionistas» está tomado de este cuadro con un valor despectivo. El periodista Louis Leroy escribirá un artículo burlón en el que definía a aquellos pintores como “impresionistas”, término que caracterizó definitivamente al nuevo grupo. La reacción de Leroy fue comprensible porque la pintura de Monet violaba numerosas convenciones artísticas. Pero también los críticos favorables a la nueva pintura empezaron a utilizar el término «impresionistas» para referirse a estos pintores.
Para entender el rechazo a la obra hay que tener presente que en aquella época la palabra impresión era equivalente a boceto. La Academia pedía a los pintores un boceto (impresión) inicial sobre la que trabajar posteriormente. Por esto, presentar un cuadro que es solamente una impresión o boceto fue tomado como una provocación. Mandar al Salón una obra sin terminar era más de lo que podían admitir los miembros del jurado.
El motivo del cuadro es una vista del puerto de Le Havre, usando muy pocos toques de pincel que sugieren en vez de delinear. Monet explicó posteriormente el título:"El paisaje no es otra cosa que una impresión, una impresión instantánea, de ahí el título, una impresión que me dio. He reproducido una impresión en Le Havre, desde mi ventana, sol en la niebla y unas pocas siluetas de botes destacándose en el fondo... me preguntaron por un título para el catálogo, no podía realmente ser una vista de Le Havre y dije "pongan impresión".
Representa las neblinas del puerto al amanecer mientras que el sol "lucha" por despuntar, creando magníficos reflejos anaranjados en el mar y en el cielo. La sensación atmosférica domina una escena en donde las formas desaparecen casi por completo. Los colores han sido aplicados con pinceladas rápidas y empastadas, apreciándose la dirección del pincel a simple vista, resultando una imagen de enorme atractivo tanto por su significado como por su estética. Al artista no le interesa el detalle, como se observa en las barcas negras o en los fondos resueltos con nerviosos trazos grises, sino el instante de una escena en concreto. 
La sensación de movimiento acuoso se consigue de mediante la discontinua plasmación de las pinceladas en la superficie y el reflejo anaranjado solar que evita en todo momento una proyección estrictamente lineal.
La obra muestra un enorme interés por la llamada teoría del color. Si bien parece que el sol perfora la neblina matutina a causa de su intenso color naranja, en realidad posee la misma luminosidad de su entorno. Si haces una fotografía en blanco y negro de este cuadro, observarás el sol casi no se distingue. [Conviene informarse sobre la temperatura de color]

Alonso Cano: La Inmaculada

Obra: Inmaculada de la Catedral de Granada 
Autor: Alonso Cano de Almansa (1601-1667) 
Fecha: 1655-1656 
 Estilo: Barroco  
Técnica: Madera de cedro policromada  
 
Esta pequeña escultura de 0,55 metros de altura incluida la peana de nubes y querubines, y realizada en madera de cedro, estaba destinada para ser colocada sobre el tabernáculo que remata el gran facistol (un gran atril giratorio generalmente de estructura piramidal donde se colocan los grandes libros corales para poder cantar) del coro de la catedral de Granada diseñado por el propio Alonso Cano. (En la hornacina debería estar colocada la Inmaculada. Hoy aloja una Inmaculada del escultor barroco Diego de Mora.)
Cuando los canónigos de la catedral vieron la imagen, pensaron que era mucho mejor colocarla en la cajonería de la sacristía, y así podría ser contemplada desde muy cerca y todos los días. Así se hizo cuando todavía vivía el artista. En el XVIII se le añade la actual peana de plata y la urna donde actualmente se expone pudiéndose contemplar sólo de frente.
Representa a la Virgen María en su advocación de la Inmaculada Concepción. Esta creencia dice que Dios preservó a la Virgen María al nacer del pecado, la inclinación al mal, con que vienen al mundo todos los hombres (pecado original), para preparar de esta manera a la que iba a ser madre de Jesús, su Hijo. Era una opinión muy extendida en España en el siglo XVII. Esta creencia acabará siendo declarada dogma de fe -verdad que deber ser creída por los católicos- por el papa Pío IX en 1854.
En cuanto a la iconografía, sigue lo indicado por Francisco Pacheco, su maestro, en El arte de la pintura, donde señala con precisión cómo se deben realizar las pinturas religiosas, y por ende, las esculturas. “Hase de pintar, pues en este aseadísimo misterio esta Señora en la flor de su edad, de doce a trece años, hermosísima niña, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima y rosadas mesillas, los bellísimos cabellos tendidos, de color de oro; en fin, cuanto fuera posible al humano pincel… Hase de pintar con túnica blanca y manto azul que así apareció esta Señora a doña Beatriz de Silva… y la media luna con las puntas hacia abaxo”. El resultado obtenido es el más perfecto modelo de la iconografía de la Inmaculada, al condensar en ella todas las experiencias pasadas y ser un ejemplo para representaciones futuras.
La base es pequeña; no se trata de la típica peana de una escultura, sino de una nube; es pequeña en relación con el cuerpo que ha de sustentar. No contiene dragones, ni serpiente, ni ángeles de grandes proporciones, como se ve en otras obras, sino unas caras de tres querubines que se entremezclan airosamente con las nubes, como si formaran parte de ellas -es una manera de espiritualizar la obra-. Y a partir de aquí se eleva la figura, magnificando progresivamente esa espiritualidad. Sobre las nubes y los querubines se sitúa la luna orientada hacia abajo. A partir de ella, se inicia un movimiento ascendente de figura humana espiritualizada, ocultos los pies por un manto que comienza a dar misticismo al mismo ritmo que surge hacia arriba. Aunque el manto tienes grandes pliegues, aligera Alonso Cano la base, en torno a los pies, con lo que la figura adquiere una forma fusiforme -o de huso-. Observamos la diagonal que el manto azul inicia en la base, y que lleva la mirada del espectador hasta el rostro y manos; son estas las dos pinceladas más claras del conjunto y donde Cano concentra su maestría espiritual. Era habitual que un hombro quedara libre del manto. 
Pero conviene detenerse y analizar la cabeza, sumamente bella. En ella encontramos el idealde Cano de la belleza femenina: ojos grandes, nariz fina, boca muy pequeña. Junto a la serenidad del rostro las manos en oración rozándose apenas por las puntas de los dedos.
 
Es propio de Cano el realizar figuras humanas que parecen ensimismadas. Es una representación de la virgen-niña, totalmente abstraída de la realidad exterior y concentrada en sus sentimientos más íntimos sobre la profundidad del misterio, del privilegio y del dolor de ser la Inmaculada como madre de Dios. Indudablemente contribuye a crear en el espectador un clima de oración. Otros elementos, como la pierna que se adelanta, la mirada lateral de la Virgen, el ritmo helicoidal, etc., contribuyen a dar la belleza clásica a esta insigne obra.
Alonso Cano era pintor, y por eso, él mismo se encargaba de policromar sus obras, como en este caso, aunque aquí no usó el estofado, tan presente en los escultores andaluces de la época. Pero en el siglo XVIII se barniza y se altera la policromía original de sus vestidos del blanco al verde pálido en la túnica y enlutando el azul del manto
 
Conviene leer, en este mismo blog, el comentario sobre La cieguecita, de Martínez Montañés, en Escultura barroca de España, y de paso analizar parecidos y diferencias.