lunes, 1 de junio de 2009

Van der Weyden: Descendimiento


Obra:
Descendimiento de Cristo de la cruz  
Autor: Van der Weyden (c.1399-1463)  
Fecha: Siglo XV (c.1436)  
Estilo: Gótico flamenco  
Material: Óleo sobre madera 

Esta obra fue encargada por el gremio de ballesteros de Lovaina para ser colocada en el retablo mayor de la iglesia de la ciudad en la que tenían su capilla. En los vértices superiores hay unas menudas ballestas alusivas a este gremio.
El tema de la obra es religioso, muy propio de la pintura gótica. Recoge el momento en que Cristo, después de morir, es bajado de la cruz. En el evangelio de san Juan 19, 38-42 se lee lo siguiente: “Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente había ido a verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús”. Y en Marcos 15,47 se lee: “María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto”. A pesar de que los evangelios no describen la escena con más detalles, la pintura, y el arte en general, la ha recreado una y otra vez.
El fondo es liso, de oro, elemento típicamente gótico.
Este fondo dorado tiene además un sentido simbólico, como ya se le daba en Egipto: simboliza la eternidad y es propio de lo divino.
Con este fondo, las figuras dan la sensación de esculturas policromadas. Normalmente, los retablos escultóricos eran más caros y cotizados que los pintados. Se puede ver que el artista recreó con trucos ópticos un grupo escultórico que hubiese resultado mucho más costoso.
Coloca en una especie de cajón  un grupo de figuras de tamaño casi natural y de notable volumen, que se acentúa más al pintar sombras sobre el fondo, y que, efectivamente, parecen esculturas.
La composición del cuadro está muy estudiada. Hay un centro de simetría que es la cruz, con un ángel a nuestra derecha y la figura de Nicodemo a la izquierda sosteniendo el cuerpo de Cristo. A mano derecha e izquierda, tres figuras en cada lado. 

 

Las masas y las formas están perfectamente compensadas. Dos diagonales, además paralelas, centran la atención del espectador rápidamente. La composición aparece cerrada por las dos figuras (san Juan evangelista a nuestra izquierda y María Magdalena a nuestra derecha) que se encuentran en los extremos y que miran hacia el centro (como si fueran unos paréntesis) y se inclinan cerrando la escena.
Cada figura está representada de una forma admirable, tratando de ofrecernos lo que de ellas se aprecia en los evangelios pero interpretado con una mentalidad burguesa, algo muy propio de este tipo de pintura gótica flamenca. La vestimenta de los personajes sirve como símbolo de su clase social. Ni el fresco ni el temple permitían representar las calidades de los objetos y de las telas como la pintura al óleo. De esa manera, Van der Weyden en esta pintura se explaya en la concreción de las calidades y, dependiendo de la clase social del personaje, selecciona visón, seda, brocados, raso de azul, lapislázuli para la Virgen, etc.
La figura de san Juan está tan bien lograda que se convierte en una especie de icono para otros muchos autores flamencos. María Magdalena viste con una riqueza superior a la de los demás, salvo José de Arimatea. Nos recuerda a quien había sido una pecadora; por ello, además, va escotada hasta permitir que se acusen ambos pechos. Otra figura que se convertirá en un modelo repetido.
El hombre rico y elegantemente vestido que está junto a María Magdalena y sostiene las piernas de Cristo se supone que es José de Arimatea, el dueño del sepulcro en el que van a colocar el cuerpo de Cristo. Está con lágrimas en los ojos.

A su izquierda, y sosteniendo a Cristo por los brazos, estaría Nicodemo representado como un anciano con barba blanca; era un doctor de la ley judaica afecto a Jesús. Los demás personajes que aparecen son “las otras mujeres” de que habla el evangelio que están detrás de san Juan. Detrás de José de Arimatea hay un posible ayudante que tiene en sus manos un frasco con los ungüentos para amortajar a Jesús.
El mensaje fundamental de la obra es la Redención de los hombres a través de la Pasión. Se pretendía conmover al fiel, representando en toda su crudeza el cuerpo muerto de Cristo, sus heridas, el sufrimiento de su Madre.

Para ello se establece un paralelismo compositivo y emocional entre el cuerpo muerto de Cristo, con cara cerúlea, y el de María, su madre, desmayada, con los brazos caídos, y con un rosto lívido. La postura de la Virgen repite la de Cristo muerto -la mano derecha de la Virgen remeda la izquierda de su hijo y viceversa-. Si él ha padecido un extremo dolor físico, no es menor la agonía emocional de su madre. Este paralelismo físico, dos diagonales paralelas, trata de resaltar la actitud corredentora de María junto con Jesús, el Redentor.

Es el tema de la compassio Mariae, «padecer con” (del latín cum-passio). Los rostros de los diez personajes nos enseñan las diversas formas del dolor humano: muerte, angustia, pena, llanto, desesperación, tristeza, desasosiego o incertidumbre. En unos casos el dolor está contenido, en otros el dolor es explícito. Todo ello se manifiesta en las lágrimas que brotan de algunos de los asistentes y en los gestos de las dos mujeres de los extremos. Se aprecia un dolor espiritual y un dolor físico. Los rostros del dolor, en definitiva. Y todo ello motivado por el fenómeno de la muerte.


La ausencia de paisaje en la parte superior, reducido al mínimo y colocado en primer término, abajo, hace que el espectador centre la atención en el tema central.
Hay un pequeño fragmento de paisaje, con pequeñas plantas, un hueso alargado y una calavera junto a la mano de la virgen María desmayada. La calavera hace alusión al Gólgota (“lugar de calaveras”), montículo en el que Cristo fue crucificado y también a Adán, como símbolo de la muerte que vino por su pecado.

Para conocer algo más sobre el uso del óleo, leer la imagen Políptico de la Adoración del Cordero místico, de Van Eyck.

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