Obra: La familia de Carlos IV
Autor: Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)
Fecha: XIX primer tercio (1800-1801)
Estilo: Neoclásico
Técnica: Óleo sobre lienzo
Goya
recibió el real encargo de pintar este retrato de la familia real, que estaba pasando
una temporada en el palacio de Aranjuez, en la primavera de 1800, meses después
de haber sido nombrado primer pintor de Cámara. Este nombramiento supuso
para Goya poder admirar las obras guardadas en palacio, entre ellas las de
Velázquez.
El
pintor comenzó por hacer allí mismo estudios del natural de algunos de sus miembros,
para servirse de ellos en el cuadro definitivo. Pintó diez retratos previos en
total de los que el Prado posee cinco.
La acción se sitúa en lo que parece ser una estancia del palacio, con las paredes
pintadas de verde y adornadas con dos grandes cuadros. Trece figuras parecen
posar ante el pintor. La presencia del propio Goya a la izquierda del lienzo y junto a los
miembros de la realeza, así como otros detalles, lleva a establecer un estrecho paralelismo con
"Las Meninas" de Velázquez, artista por el que Goya sentía una
profunda admiración.
La
Familia Real se muestra vestida de sedas y cubierta de joyas y
condecoraciones. Su aparente quietud y rigidez se ve atemperada por sus
distintas estaturas y por la forma en que está distribuida: en tres grupos de
cuatro (dos hombres y dos mujeres en cada uno). Destaca del conjunto la reina Ma Luisa, por estar en el centro y por ser la figura más
iluminada, si bien se halla algunos pasos por detrás del rey, tal y como lo
exigía el protocolo.
El
retrato de la Familia Real de Carlos IV es una de las obras maestras de la
pintura española, y un documento histórico de valor incalculable. Goya, apartándose de todo afán secundario de
ambientación, busca en el lienzo la esencialidad de cada personaje. Frente a la grandilocuencia del retrato de Felipe V de Van Loo, este cuadro parece sobrio.
No se
oculta a un Carlos IV apocado y gordinflón que parece no enterarse de lo que
hace en medio de su familia, ni comprender por qué le han retenido cuando lo
que quiere es ir de caza. Está un paso por delante del resto del grupo, pero a
nadie convence de que sea capaz de dominar a éste, como tampoco fue capaz de
dirigir ni dominar la política española, dejada en manos de Godoy, su primer ministro.
Algo muy distinto se ve al contemplar a la reina María Luisa que, al igual que en el gobierno del país, ocupa el lugar central del cuadro. Su gesto altivo y duro contrasta con el cuerpo de esta mujer desdentada y con carnes de aldeana madura que manejaba todas las intrigas palaciegas, y cuya relación con el favorito Godoy era la piedra de escándalo que corría de boca en boca.
Están todos los
personajes de pie, y con escaso movimiento, como en una presentación de corte.
A nuestra izquierda, y debajo del pintor, se encuentran los príncipes Carlos María Isidro, el más bajito, y Fernando, futuro Fernando VII. El propio pintor se retrata, como Velázquez en las Meninas, en segundo término
ante el caballete.
Todos los hombres retratados ostentan la Orden de
Carlos III y algunos también el Toisón de Oro, mientras que las damas
visten a la moda Imperio y llevan la banda de la Orden de María Luisa.
La
luz, que irrumpe desde la zona izquierda arrojando grandes sombras sobre el
suelo, ilumina los rostros y produce brillos y destellos en las sedas de los
trajes y en las joyas y condecoraciones, realizadas todas ellas con una factura
especialmente suelta y con sabios toques de pincel. Enriquece de tal manera la
materia que cada trozo del cuadro es una verdadera joya.
Se ha especulado sobre la intención del pintor de reflejar cualidades morales negativas en sus retratados, lo que no es de extrañar, como se puede apreciar en otras obras de Goya. De
este lienzo dirá despectivamente Carlos
IV que era "el cuadro de todos juntos".
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