Obra: Termas de Caracalla
Fecha: 212 a 217
Estilo: Romano, periodo
imperial
Material: Hormigón, ladrillo,
recubiertos de mármol
Las termas romanas son recintos públicos destinados a baños propios de la cultura romana. Pero
pronto, hacia los siglo II y I a.C., las termas no sólo servían
ya como baños públicos para la limpieza, sino que fueron lugares ideales para la conversación relajada, el recreo y la relación social, con todo lo que
ello significaba.
Las termas mayores tenían en su interior una
serie de instalaciones complejas:
salas para ejercicios gimnásticos, salas de vapor y de masajes; piscinas, etc.,
y acabaron por ampliar sus instalaciones con salas de juego, bibliotecas, salas
de conferencias, etc. A estos lugares acudía la gente que no podía permitirse tener un baño en
su casa, como los plebeyos o los esclavos. Las termas públicas romanas
respondían a una función social y
política. Se cuidaba el ambiente
con una delicada decoración en donde no se escatimaban medios, llenando las
estancias de maravillosos fresco, mosaicos y estatuas.
La gran novedad hacia el año 100 a.C. fue el
calentamiento del subsuelo e incluso de las paredes, pues ya no bastaba con
calentar el agua de las bañeras o de una piscina. Había que proporcionar a la
multitud un espacio cerrado donde hiciera calor. Para mejorar la difusión del
calor, se construyó el sistema del hipocaustum,
consistente en un doble suelo por el que discurría el aire caliente. El calor
se llevaba por canalizaciones situadas debajo del edificio, cuyas baldosas se
sustentaban sobre pilas de ladrillos. En las termas, para obtener un calor más
intenso, se integraban además en los muros tubos de barro cocido, que daban
salida al humo de los hornos y al aire
caliente que circulaba en el hipocausto. Dependiendo del grado de calor de
estas, se separaban en grados de vapor.
Las termas albergaban en su interior
diferentes estancias. El tepidarium era el cuarto de baño
tibio y, probablemente, el lugar donde primero se agrupaban los bañistas antes
de pasar a otras salas. Había salas para baños calientes (caldarium), para baños
fríos (frigidarium), para sudar con temperaturas elevadas (sudatorium),
salas de masajes. Abastecer de agua fue un problema fácilmente resuelto. Para
calentar el agua se usaron unos hornos,
interior uno y exterior el otro, que avivaban los esclavos. En función de la
habitación a la que estuviera destinada, las aguas se calentaban a una
temperatura o a otra.
Las Termas de Caracalla fueron el complejo de baños más lujoso de toda Roma. Su tamaño sólo
fue superado por las Termas de Diocleciano. Hoy sólo se conservan las grandes ruinas que nos dan idea del
monumental tamaño de la construcción. Estas instalaciones tenían un aforo para mil seiscientos usuarios.
El edificio fue
construido en cinco años, lo que supone un logro de la ingeniería romana,
considerando el tiempo que tardaron y la enormidad del complejo. Las termas
contaban con un gran recinto, de más de 400 metros de anchura entre los
ábsides, y una estructura central en donde se encontraban las termas,
propiamente dichas. A su alrededor había un amplio jardín.
Y poco a poco se pasó del edificio funcional a
un palacio de ensueño, donde las esculturas, los mosaicos, la decoración
con pinturas y las arquitecturas suntuosas ofrecían a todos el esplendor de una
mansión regia.
Estas termas permanecieron en uso más de trescientos años, y fueron abandonadas definitivamente hacia el año 537, cuando los bárbaros destruyeron los acueductos que las alimentaban para tomar la ciudad.