Fecha: Últimos años del siglo XIX (1897)
Estilo: Postimpresionismo. Pintura del siglo XIX
Técnica: Óleo sobre lienzo
En diciembre de 1897, durante su segunda estancia en Tahití, Gauguin, abrumado por problemas financieros, de salud y alcoholismo, y sabedor de la muerte de su hija Alines, intentó suicidarse. La muerte de la hija, sobre todo, supuso la ruptura del artista con su esposa y con la fe religiosa que aún pudiera conservar. Pero antes había pintado este célebre cuadro, especie de testamento pictórico.
Es un enorme friso con el que el pintor desea formar parte de los más reputados "decoradores de murallas". En una carta a su amigo Manfreid, dice: “El aspecto es terriblemente zafio (...). Se diría que está sin terminar. Aunque sea cierto que nadie es buen juez de sí mismo, me parece que este lienzo supera no sólo a los anteriores sino también a los que pueda hacer en el futuro. He puesto en él, antes de morir, toda mi energía y tanta pasión dolorida”.
En las esquinas superiores de color amarillo coloca, a la izquierda, el título de la obra y a la derecha su firma.
La escena se desarrolla en un paisaje tropical lleno de mujeres y niños tahitianos, cada uno de ellos en una actividad diferente y simbólica. He aquí la descripción del cuadro que hace el propio Gauguin: "sobre una tela de saco llena de nudos y rugosidades; de ahí que su aspecto sea tremendamente zafio(...). En la parte inferior derecha, un bebé dormido y tres mujeres en cuclillas. Dos figuras vestidas se comunican sus pensamientos; una figura enorme intencionadamente y a pesar de la perspectiva, también en cuclillas, levanta el brazo y mira extrañada, a los dos personajes que osan pensar en su destino. Una figura central coge una fruta. Un par de gatos junto a un niño. Una cabra blanca. El ídolo, con ambos brazos alzados misteriosa y rítmicamente parece indicar el más allá. Otra figura reclinada parece escuchar al ídolo; finalmente una vieja, próxima a la muerte, parece aceptar y resignarse a lo que piensa; a sus pies, un extraño pájaro blanco, sujetando con su pata a un lagarto, representa la inutilidad de las palabras vanas. Todo transcurre junto a un riachuelo, a la sombra de los árboles. A pesar de los cambios de tonalidad, el paisaje es constantemente azul y verde Veronés. Sobre él, todas las figuras desnudas destacan por su intenso color naranja". En el cuadro se desarrolla por completo la doctrina filosófica y pictórica del artista.
Con un formato llamativamente horizontal, el lienzo sigue una evolución cronológica inversa, comenzando en su extremo izquierdo con la desoladora figura de una momia que, en posición fetal, tapa sus oídos como intentando mantenerse ajena a toda la escena; mientras que en el extremo derecho, un bebé, símbolo de la inocencia y la vida, es cuidado por tres jóvenes tahitianas. En el centro, la figura del hombre o ¿mujer? que coge un fruto, tal vez haciendo alusión a la manzana de Eva.
Lo que hay que pintar no es una escena de la vida de Tahití, sino la idea que elabora el pintor después de su experiencia concreta. En su pintura se quita lo superfluo y se retiene la esencia, y así se consigue la síntesis de forma y color. Gauguin se muestra molesto por tener que explicar la idea del cuadro. Considera que cuando un crítico no encuentra referentes históricos o pictóricos es que no entiende nada. Pero en diferentes cartas da algunas interpretaciones, y así escribe: “He hecho una obra filosófica temáticamente similar al evangelio.” Curiosamente el cuadro representa a doce figuras humanas más un ídolo. El cuadro es un escenario de la vida y la actividad humana, desde el nacimiento hasta la muerte, leído de derecha a izquierda. Una meditación sobre las preguntas fundamentales de la vida.
Gauguin pertenece al grupo de pintores llamado postimpresionista. En realidad son varios autores con diversos estilos personales, que se plantean como una extensión del impresionismo a la vez que rechazan las limitaciones que la pintura impresionista tenía. Sus cuadros tienen un sentido decorativo muy acusado. En el caso de Gauguin, harto de París y de la civilización occidental que imponía una determinada visión del arte, se traslada a vivir, después de varias vueltas, a Tahití, en busca del paraíso perdido y la pureza del arte de las culturas primitivas. Para él el arte es abstracto por definición, por lo que utiliza colores y luces irreales.
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