Obra: Cruz de los Ángeles. Catedral de Oviedo
Fecha: Principios del siglo IX
Estilo: Prerrománico, periodo asturiano
Material: Madera de cerezo, lámina de oro y
piedras diversas
Alfonso II, rey de Asturias,
mandó en el 808 hacer la Cruz de los Ángeles para la catedral de Oviedo. La
fecha y el donante se leen en la dedicatoria que se encuentra en una inscripción en el reverso de la cruz: "Permanezca
esto que ha sido realizado con dulzura: / lo ofrece Alfonso [II el Casto],
siervo humilde de Dios. / Si alguien pretendiera llevarme / fuera de donde mi
voluntad me había colocado libremente / perezca por el rayo divino. / Se hizo
esta obra perfecta en [el año 808]. / Con este signo se ampara el pío. / Con
este signo se vence al enemigo".
Es
una cruz relicario en forma de cruz griega de forma patada (los brazos se estrechan al
llegar al centro), que recuerda prototipos hispanovisigodos o carolingios. Los
cuatro brazos, de longitud casi idéntica, salen de un disco en el centro.
En
cada uno de los brazos de la cruz hay una pequeña cajita insertada que hace de relicario. Cada una de las cuatro cajitas cuenta con su correspondiente tapa corredera.
La
decoración del anverso de la cruz se ha realizado con cuarenta y ocho piedras en forma de cabujón. Cinco de ellas son entalles
de época romana reutilizados. Algunas de las piedras son semipreciosas, como
granates y ágatas.
El
alma, de madera de cedro, va chapada
con una fina lámina de oro sujeta
mediante pequeños clavos elaborados también en oro.
Se
conservan tres anillas en la parte
inferior de los brazos horizontales a modo de agarraderas para colgar algo.
Esto ha motivado que ciertos autores le atribuyeran la función de sostener
colgadas de sus brazos las letras griegas Alfa y Omega (principio y fin),
símbolo del Apocalipsis, la segunda venida de Cristo al mundo. No hay
acuerdo sobre si alguna vez colgaron estas letras de estas anillas. La función
de estas agarraderas podría ser la de sujetar adornos, como se ve en algunas las
cruces del tesoro visigodo de Guarrazar.
En
todo caso, fue un rico relicario con un sitio importante en el tesoro real o en la
Cámara Santa. Sólo se mostraba al público en ceremonias
especiales precediendo al obispo.
Según la leyenda, esta cruz habría sido obra de dos ángeles que,
disfrazados de peregrinos y luego desaparecidos, la habrían construido para el
rey Alfonso II, que la donó a la catedral. Se convirtió en el emblema por
excelencia de la monarquía asturiana. De ahí viene el nombre que se ha dado a esta cruz. Pero
Helmut Schlunk ha desmitificado esta leyenda al comprobar sus analogías con
trabajos italianos contemporáneos y la atribuye a orfebres ambulantes de esta
nacionalidad, que el pueblo identificó ingenuamente con "ángeles
peregrinos".
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