Obra: El dos de mayo o La carga de los mamelucos
Autor: Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)
Fecha: XIX (1814)
Estilo: Romanticismo
Técnica: Óleo sobre lienzo
Terminada la guerra contra las fuerzas napoleónicas, el 14 de marzo de 1814 regresa Fernando VII a España. Antes de esta fecha, Goya se había dirigido a la Regencia manifestando “su deseo de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”. Es posible que cuando Fernando regresó a Madrid ya hubiera pintado los cuadros que componen la serie, de la que solo se conservan dos: El dos de mayo de 1808, también conocido como La carga de los mamelucos, y Los Fusilamientos de la Moncloa. Son dos cuadros de gran tamaño.
El día 2 de mayo de 1808 se produjo en Madrid un levantamiento popular,
tiempo atrás larvado desde la entrada de las tropas francesas en
territorio hispano. Pronto toda la ciudad hubo batallas encarnizadas. Quizás la más emblemática ocurrió cerca de la Puerta del Sol, donde los mamelucos
(batallones de egipcios con turbante, célebres en toda
Europa por su crueldad), cargaron sin piedad contra los civiles. Se tomo este hecho como el inicio de la Guerra de la Independencia. Y estas son las escenas que recoge Goya en el cuadro.
Surgieron
cabecillas improvisados y se buscaron armas, pues las únicas de que
disponen son cuchillos o navajas. Murat, el comandante francés, firmó
esa misma tarde un decreto para sentenciar a muerte a todos cuantos
hubiesen sido cogidos con las armas en las manos. La represión que
siguió al día siguiente fue terrible. En los campos de La Moncloa se
fusiló a centenares de patriotas.
Goya da un giro importante a su pintura al realizar estos cuadros. La visión que Goya tiene de la guerra es absolutamente moderna y novedosa. Los que sufren la guerra son hombres y mujeres anónimos, que padecen y mueren en medio del horror. Goya denuncia la tragedia del enfrentamiento, independientemente de quienes los cometan. Por eso su pintura se aleja cada vez más de una visión particularista del hecho para hacer una denuncia más universal. Esta idea ya se aprecia en Los desastres de la guerra, serie de grabados que había comenzado en 1810.
El pintor abandona la costumbre de que en este tipo de cuadros el protagonista fuera un héroe. Y aquí los había, pues podría haber usado a Daoíz o Velarde, oficiales de artillería que, sin apoyo del ejército ni de la Junta de gobierno, resistieron hasta la muerte. Pero Goya deja el tipo de composición neoclásico y hace un cuadro plenamente romántico. El protagonista del cuadro es el grupo anónimo de ciudadanos que desesperados y exaltado atacan a los invasores mucho mejor armados y preparados. Esto es lo que da modernidad y universalidad a la pintura de Goya.
En esta misma línea, en La carga de los mamelucos, Goya atenúa la referencia al lugar o al tiempo en el que ocurre la acción, así como los atributos que hicieran fácilmente reconocibles a los militares como franceses. Por eso se centra en la violencia del hecho, sin hacer distinción de bandos ni dar importancia al resultado final. Pues aunque sabemos que la acción ocurre en la Puerta del Sol de Madrid, en el cuadro solamente vemos unas vagas referencias a una arquitectura que apreciamos urbana.
La composición del cuadro también es romántica. Todo es caótico; desaparece el esquema neoclásico triangular, equilibrado, simétrico. Pero aparece otro, muy dinámico, formado por dos diagonales en forma de aspa que se cruzan en el pantalón rojo del mameluco que está siendo descabalgado en el centro del cuadro. Incluso hay personas y caballos que están cortados por los límites materiales de la tela del cuadro, por lo que se produce una impresión de que es una instantánea fotográfica. Goya consigue captar un instante, una imagen congelada, que se anticipa unos años a la fotografía.
La riqueza cromática, sobre todo el color rojo, es un precedente de lo que poco más tarde realizarán los pintores románticos. La ejecución es totalmente violenta, con rápidas pinceladas y grandes manchas, como si la propia violencia de la acción hubiera invadido al pintor. El cuadro está como inacabado de manera intencionada. La pincelada de grandes brochazos con fondos poco dibujados, con un carácter muy directo y personajes desgarrados, muy realistas, son características típicas de la pintura romántica del siglo XIX.
Es importante el valor expresivo de los contendientes. Los madrileños tienen los ojos desorbitados por la rabia, la ira y la indignación, mientras acuchillan con sus armas blancas a jinetes y caballos. Es significativo el que acuchilla con saña sin límites el cuerpo del mameluco ya cosido a puñaladas. Más que destacar el heroísmo, interesa destacar el dramatismo y el patetismo humano. Por otra parte, el miedo también se apodera de los rostros de los franceses y de los caballos que tratan de huir.
Finalmente hay que señalar que este cuadro y el de Los fusilamientos de la Moncloa marcaron un antes y un después en la representación del tema de la guerra. Queda ya lejos la frialdad de las obras renacentistas o el culto al héroe neoclásico. Goya abrió camino a la actitud crítica ante la guerra, una característica de la pintura moderna, que pasará por Manet (Fusilamiento del emperador Maximiliano) a Picasso (La matanza en Corea).
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