Obra: Capitel de Santo Domingo de Silos
Fecha: Finales del XI y primer tercio del
XII
Estilo: Románico
Material: Piedra
El claustro,
centro neurálgico de la vida monacal en torno al cual surgen las principales
dependencias del monasterio, era el elemento del monasterio que más se cuidaba
en su aspecto estético. El de Silos
tiene dos pisos. El superior fue construido a finales del XII. El inferior,
realizado entre finales del XI y el primer tercio del siglo XII, es el que nos
interesa. Cuenta con un conjunto de notables
capiteles, la mayoría decorativos, en los que aparecen animales quiméricos,
grifos, leones, arpías, centauros, aves fabulosas y toda clase de elementos
vegetales; además posee tres capiteles historiados con temas bíblicos. Son varios
los maestros que trabajan.
Todos
los capiteles poseen un ábaco decorado con temas diversos (en este caso unos tallos
vegetales entrelazados). La cesta del
capitel es un elemento fundamental, pues es el medio de transmisión de lo
que se quiere enseñar a los hombres a los que va destinado el mensaje en ella
representado. En este caso, la temática de la cesta del capitel desconcierta, puesto que no representa temas
religiosos, como sería de esperar, sino monstruos y seres fantásticos que se
enredan en juegos de geometrías y entrelazos.
La
arpía o sirena-ave (cabeza de mujer
y cuerpo de ave), es un tema recurrente del segundo maestro de Silos. Este
animal fantástico es uno de los elementos más representados por la plástica
medieval del 'bestiario' medieval. Desde la antigüedad y a lo largo de toda la
Edad Media se recurría a ellas a la hora de representar la tentación, aunque
también fueron consideradas animales portadores de alma.
El
cuerpo de las arpías está bien elaborado. Sus formas son de amplio bulto, con rostros
decididamente humanos -masculino y femenino-; el cuerpo de ave se completa con unas
patas de rumiante y una larga cola articulada, a modo de reptil o gran insecto.
Están situadas en torno a una especie de arbolito central del que surgen ramas
que las atrapan del cuello. Hay quien ve en este detalle un símbolo de la
victoria del Árbol-Cristo sobre el mal. La escultura de los rostros es muy
realista, hasta el punto de que el escultor hace patente las abultadas venas
yugulares de su cuello. A pesar de su belleza, era el animal
maléfico por antonomasia, animal denostado por cuanto que en sus
mejillas hay marcas de rechazo: rayas y golpes.
Es
difícil conocer el significado de este y de los otros capiteles semejantes. ¿Se trataba de un simple ornamento o tenían un sentido simbólico?
Los artistas cristianos estaban influidos por la plástica oriental, en la que
animales, tanto fantásticos como reales, desempeñaban
un importante papel decorativo. Pero el artista románico sacraliza esta estética pagana dotando
de un sentido alegórico a los animales. Los convierte, tanto a los reales como a
los imaginarios- en portadores de virtudes (cigüeña, águila, paloma, león), o
perversiones (mono, serpiente, liebre, conejo, jabalí, cabra). Dentro
del bestiario fantástico existen animales empleados con carácter positivo, como
el grifo; pero la mayor parte de estos animales son maléficos (arpía, dragón, basilisco,
centauro). Por tanto, la aparición en capiteles, canecillos, metopas, tímpanos,
etc., es reinventada y usada con sentido de enseñanza y advertencia de acuerdo
con el carácter didáctico y moralizador de la escultura románica.