Obra: Santa Sofía de Constantinopla
Autor: Isidoro de Mileto y
Artemio de Trayes
Fecha: Consagrada el 537
Estilo: Bizantino, Primera Edad de Oro
Materiales: Piedra y ladrillo para los muros
Teodosio fue el último emperador romano que
gobernó sobre todo el Imperio romano, pues dejó el gobierno de la parte oriental a su hijo
Arcadio y la occidental a su hijo menor Honorio.
Tras la caída del Imperio
romano occidental en manos de los pueblos bárbaros, el imperio se mantuvo y en
la parte oriental. Y en el siglo VI alcanzó un momento de esplendor con el gobierno del emperador Justiniano. En este siglo se sitúa el
origen de la conocida como Primera Edad de Oro del arte bizantino.
Justiniano planteó el proyecto de la iglesia
de Santa Sofía como una gran empresa.
La construcción está concebida como una basílica
palaciega, para el Emperador Justiniano, no para el pueblo. Por eso la construye sobre una antigua iglesia
de Santa Sofía, junto a su palacio y con toda la magnificencia cortesana que
contribuyera a su esplendor.
Al ver su aspecto exterior, se aprecia ya la
primera novedad. La planta se configura en una planta basilical de tres naves pero inscritas
en una planta de cruz griega de tradición oriental. Esta síntesis se acentúa al centralizar la
concepción espacial del edificio con la gran cúpula que observamos en el centro
de la imagen.
El contrarresto
de las fuerzas que ejerce la cúpula se realiza al apoyarse en dos grandes medias cúpulas, una en la parte
delantera que vemos, y otra a los pies. Y estas, a su vez, descansan sobre
otras dos pequeñas exedras cada una,
abiertas en los ángulos. De esta manera se
marca el eje longitudinal del edificio, gracias también a la existencia de
un nártex o pórtico en la entrada a los pies y de un ábside semicircular en la
cabecera. Pero a la vez consigue dar un sentido
de centralización dadas las dimensiones de la cúpula y el efecto de atracción
que ejerce la concentración de la luz que entra por las ventadas de la base de
la cúpula.
El peso queda repartido de esta manera. Y se afianza por medio de
cuatro grandes pilares centrales que
transmiten, a su vez, el peso de las cubiertas por medio de arcos transversales hacia unos contrafuertes exteriores de considerables
dimensiones.
Aunque la
cúpula no es tan grande como la del Panteón, se convierte en la principal protagonista de la obra. Por
dentro parece que está suspendida del aire. Y es que la apertura de numerosas
ventanas en la base de la cúpula influye decisivamente en el efecto lumínico comentado. Estas
aperturas son posibles porque la cúpula está construida con ladrillos puestos de canto y gruesos hechos de
mortero para conseguir mayor ligereza.
A pesar de ello, poco tiempo después hubo que rehacerla al derribarse la
primera con los terremotos que ocurrieron en 553 y 557.
Por el
exterior,
tal como vemos, destaca el juego de
volúmenes escalonado, que fluye desde
la cúpula principal hacia las semicúpulas y las exedras exteriores. Los
contrafuertes exteriores que reciben los empujes transversales de los arcos
interiores dan, sin embargo, una idea de más pesadez.
El exterior pobre que vemos no da idea de la preciosa decoración interior que presenta la basílica con sus
mármoles de colores, capiteles, mosaicos, etc.
Tras ser conquistada Constantinopla por los turcos en 1453 Santa Sofía se
convirtió en mezquita. De ahí la
elevación de los minaretes árabes exteriores. La transformación de la ornamentación
interior afectó sobre todo a los mosaicos y empobreció el esplendor original.
Desde 1453 hasta 1931, fecha en que fue secularizada, funcionó como mezquita. En 1935 fue convertida en museo. En julio de 2020 se transformó de nuevo en mezquita.