Obra: San Julián de los Prados
Fecha: Entre los años 826 y 838
Estilo: Prerrománico, periodo asturiano
Material: Piedra: sillarejo, sillar. Ladrillo
Esta iglesia es el edificio prerrománico más
antiguo y mayor de los que aún se conservan.
Fue construida en tiempos del rey Alfonso
II el Casto (791-842) cuando este rey trasladó la capital a Oviedo. Está dedicada a San Julián y su esposa Santa Basilisa,
muertos hacia el 304. En el año 896 Alfonso III el Magno la donó a la catedral de San Salvador
(la catedral de Oviedo) junto ''con sus
palacios, baños y triclinios''.
Es de planta basilical latina con tres naves y presenta un
transepto de una sola nave. La cabecera es tripartita: tres capillas cuadradas cubiertas
con bóvedas de cañón. A los pies presenta un pórtico y unos cuartos
laterales.
En el interior, las naves están separadas por
arcos de medio punto sobre pilares cuadrados. La nave central está separada de
la transversal por un arco toral a cuyos lados hay dos huecos con arco de
piedra.
Las naves y el crucero se cubren con armadura de
madera, mientras que en las capillas se emplea bóveda de cañón. Sobre la
capilla central se encuentra un recinto con acceso desde el exterior a través
de una ventana ajimezada con tres arquillos de ladrillo sobre dos pequeñas
columnas de mármol.
Pero lo que más llama atención es
el juego de volúmenes que las alturas diferentes de las naves establecen y la
presencia sobre la capilla central por la parte exterior de una pequeña pieza
cerrada, de la que se ignora su finalidad. Esta libertad y grandeza con las que
se aprovechan los espacios va a ser una característica de la arquitectura
asturiana.
Está construida a base de mampostería de piedras pequeñas con sillares en las esquinas y a veces el ladrillo.
Destacan las pinturas que decoran el estuco que
revocaba todo el interior de los muros y de las bóvedas, que derivan de motivos
ornamentales romanos, así como la arquería ciega que recorre el ábside central,
y las celosías que cierran los huecos (solamente una es original).
Hoy están bastante perdidas, aunque bien restauradas. Los temas de
edículos, pabellones, columnatas, ciudades ideales, cortinas entreabiertas,
etc. cubrían todo el edificio. Queda en pie el enigma de estas representaciones
arquitectónicas, repetidas nada menos que treinta y ocho veces. Schlunk dice que
representan las treinta y ocho iglesias en que se celebraron los concilios
visigodos. Camón Aznar cree que es la representación del cielo (desde el
bizantino, la representación del cielo se hace evocando la corte imperial). Sí
que tendrían en su momento un simbolismo entre real y religioso, pero nos es
desconocido.
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