Obra: Brutus Barberini y sus antepasados
Fecha: Siglo I a.C.
Estilo: Romano republicano
Material: Mármol
Esta escultura de bulto redondo representa a un senador, vestido con la toga de
amplios y angulosos pliegues propia de su rango, que lleva en las manos dos bustos de sus antepasados,
seguramente esculpidos partiendo de las máscaras mortuorias que las familias
romanas poderosas hacían de sus antepasados.
Predomina la visión frontal y una acusada verticalidad que se rompe con el contraposto de las piernas. El canon de la figura principal es de ocho cabezas, lo que alarga la esbeltez
del senador. En esta obra se nota el doble
influjo que se ejerce sobre la escultura romana: el etrusco, que le lleva al realismo en los rostros, y el griego, que dota a la obra de la idealidad
en el empleo del canon y el contraposto clásicos.
Polibio describe
en los años centrales del siglo II a.C. el
interés de las grandes familias patricias romanas por conservar el rostro de sus antepasados (imagines maiorum) en una mascarilla policromada de cera, que se
obtenía directamente del cadáver poco después de morir. También por el culto que se daba a esta colección
de antepasados en el ámbito
doméstico y en los entierros de sus miembros más cualificados: "Cuando muere en Roma algún personaje
de consideración [...] se coloca la imagen del difunto en el lugar más patente
de la casa, metida en un armario de madera. En las funciones públicas estas
imágenes se suelen descubrir y adornar con esmero. Y cuando fallece otro
miembro ilustre de la familia se sacan para que formen parte del cortejo
fúnebre y sean llevadas por personas que se les asemejan en estatura y aspecto
físico". Dos siglos más tarde, Plinio constata los mismos hábitos en
las viviendas y funerales romanos.
Para entonces ya se había puesto de moda perpetuar estas
mascarillas en vaciados de bronce y
copias de mármol, y de esa manera los nuevos matrimonios podían encargar
reproducciones de sus antepasados para llevarlas consigo al nuevo hogar
formado. La cabeza del togado no
pertenecía al grupo, pero es también del siglo I a.C., durante la época
tardo-republicana. Este desinterés por
la congruencia anatómica entre cabeza y cuerpo se convertirá en un
convencionalismo repetitivo y permitirá en el futuro la realización de cuerpos en serie.
En esta obra no se
trata ya de las reproducciones en cera. Lleva en su mano derecha el busto de
uno de sus antepasados, que reposa sobre una palmera, tal vez símbolo de la fertilidad, tal vez alusión a un
cargo ocupado en alguna provincia de Oriente. La otra mano sostiene a otro
antepasado: tres generaciones de la
misma familia en el mismo grupo escultórico.
Este grupo es algo
absolutamente novedoso respecto a lo
que era habitual en la escultura griega. Y, además, hay en los tres retratos un
aire claramente familiar: las
evidentes calvicies, las amplias frentes llenas de arrugas, los pómulos
salientes... la vida que ha pasado por sus cuerpos, ahora convertidos en piedra
de una forma completamente naturalista. Realismo
absoluto puesto al servicio de una idea de familia en la que cada nuevo
miembro debía de mantenerse fiel a las tradiciones de sus antepasados; de
alcanzar el honor, la virtud y la fama que ellos hubiesen logrado. Es evidente
que la figura trasmite ese orgullo
del patricio romano ante la importancia de
su linaje representado por los retratos de sus familiares que le confirman
en la sensación de superioridad tan propia de los patricios romanos.
Se llama Barberini
porque fue el que compró la escultura en el siglo XVII.
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