Obra: El peine del viento (bahía de la Concha, San Sebastián)Autor: Eduardo Chillida Juantegui (1924-2002)
Fecha: 1976
Estilo: Abstracto; Land arte
Técnica:Acero corten incrustado en la roca
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El llamado Peine del Viento es un conjunto en el que el arquitecto Luis Peña Gancheguiar urbanizó una plaza adoquinada con granito, y que Eduardo Chillida completó con las esculturas. Es un grupo de tres esculturas de acero corten incrustadas en una rocas azotadas por las olas del mar Cantábrico. Cada una pesa 10 toneladas de peso. Según dijo Chillida, su intención era que el viento se peinara antes de entrar en la ciudad; de ahí su nombre.
Las tres son similiares, pero no idénticas. Cada escultura está formada por cuatro gruesas barras de acero de sección cuadrada que emergen de un tronco común anclado en la roca. Una de las barras marca una curva en el aire y traza una paralela con el tronco común, antes de volver a incrustarse en la roca. Los otros tres brazos se retuercen y curvan a modo de garfios atrapando el espacio en su interior, sin llegar a cerrarse nunca.
El acero cortén es el único material capaz de desafiar las condiciones terribles que impone el lugar: los temporales del mar y el salitre. Se supone que, tras la oxidación de su superficie, el acero cortén permanece inalterable a la acción del agua y de la sal, puesto que la misma capa de óxido actúa como elemento protector de la erosión.
El lugar en el que están colocadas, al final de la playa de la Concha, inicio y fin de la ciudad, antiguo muelle de pescadores antaño, después lugar de paseo de soledades y alegrías compartidas, se ha convertido en un espacio artístico habitable del que disfruta la ciudad. El viento, el mar, la roca, todo interviene en la obra. Es imposible hacer una obra así sin tener en cuenta el entorno, que por supuesto, se respetó totalmente por expreso deseo de Chillida.
Aunque es una obra formalmente abstracta, en ella se mezcla el informalismo y el minimalismo, pero, sobre todo, el land art. Tal vez sea la mejor obra de este estilo que se ha realizado en España. Aquí se funden arquitectura, arte y naturaleza. Se sabe que Chillida contó con que los embates del viento y el mar acabarán por derribar el Peine del Viento, y que con el paso de los años caerá irremisiblemente al mar. El genio donostiarra quiso así dotar a la escultura de vida propia. Y todo lo que nace, muere.
La disposición de las tres esculturas está muy pensada. Chillida vio la continuidad entre la roca última del litoral (primer peine)y otra roca (segundo peine) que sobresale del agua en línea con el islote cercano de Santa Clara, y marcó esta tensión horizontal con sendas esculturas para representar la memoria, para recordar lo que estuvo unido antes de que la naturaleza lo dividiera. El tercer elemento del triángulo, situado al fondo, es el que marca el horizonte. Se trata de una pieza abierta al cielo que sugiere una ofrenda o una demanda imperiosa, análogo con los picos y los cuellos estirados de los pájaros de Brancussi. Esa pieza clave es el eje vertical, la dimensión sagrada del espacio, que afirma e interroga sobre el futuro del pueblo vasco.
Lo mejor del Peine del Viento es que crea un espacio que, sin ser religioso, transmite una fuerza de carácter espiritual que eleva al espíritu humano varios palmos sobre el nivel del suelo. La metáfora del Peine del Viento se hace realidad en los días de temporal, cuando el viento sopla con fuerza y el mar genera olas, donde cada una compite por ser las más grandiosa, para deslizarse entre los brazos oxidados del Peine. Como resultado el sonido de las olas, la espuma del agua salada resbalando por el acero y las rocas constituyen un espectáculo que emociona. Las esculturas interactuando con las fuerzas de la naturaleza nos revelan la magia de ese lugar.
Las tres son similiares, pero no idénticas. Cada escultura está formada por cuatro gruesas barras de acero de sección cuadrada que emergen de un tronco común anclado en la roca. Una de las barras marca una curva en el aire y traza una paralela con el tronco común, antes de volver a incrustarse en la roca. Los otros tres brazos se retuercen y curvan a modo de garfios atrapando el espacio en su interior, sin llegar a cerrarse nunca.
El acero cortén es el único material capaz de desafiar las condiciones terribles que impone el lugar: los temporales del mar y el salitre. Se supone que, tras la oxidación de su superficie, el acero cortén permanece inalterable a la acción del agua y de la sal, puesto que la misma capa de óxido actúa como elemento protector de la erosión.
El lugar en el que están colocadas, al final de la playa de la Concha, inicio y fin de la ciudad, antiguo muelle de pescadores antaño, después lugar de paseo de soledades y alegrías compartidas, se ha convertido en un espacio artístico habitable del que disfruta la ciudad. El viento, el mar, la roca, todo interviene en la obra. Es imposible hacer una obra así sin tener en cuenta el entorno, que por supuesto, se respetó totalmente por expreso deseo de Chillida.
Aunque es una obra formalmente abstracta, en ella se mezcla el informalismo y el minimalismo, pero, sobre todo, el land art. Tal vez sea la mejor obra de este estilo que se ha realizado en España. Aquí se funden arquitectura, arte y naturaleza. Se sabe que Chillida contó con que los embates del viento y el mar acabarán por derribar el Peine del Viento, y que con el paso de los años caerá irremisiblemente al mar. El genio donostiarra quiso así dotar a la escultura de vida propia. Y todo lo que nace, muere.
La disposición de las tres esculturas está muy pensada. Chillida vio la continuidad entre la roca última del litoral (primer peine)y otra roca (segundo peine) que sobresale del agua en línea con el islote cercano de Santa Clara, y marcó esta tensión horizontal con sendas esculturas para representar la memoria, para recordar lo que estuvo unido antes de que la naturaleza lo dividiera. El tercer elemento del triángulo, situado al fondo, es el que marca el horizonte. Se trata de una pieza abierta al cielo que sugiere una ofrenda o una demanda imperiosa, análogo con los picos y los cuellos estirados de los pájaros de Brancussi. Esa pieza clave es el eje vertical, la dimensión sagrada del espacio, que afirma e interroga sobre el futuro del pueblo vasco.
Lo mejor del Peine del Viento es que crea un espacio que, sin ser religioso, transmite una fuerza de carácter espiritual que eleva al espíritu humano varios palmos sobre el nivel del suelo. La metáfora del Peine del Viento se hace realidad en los días de temporal, cuando el viento sopla con fuerza y el mar genera olas, donde cada una compite por ser las más grandiosa, para deslizarse entre los brazos oxidados del Peine. Como resultado el sonido de las olas, la espuma del agua salada resbalando por el acero y las rocas constituyen un espectáculo que emociona. Las esculturas interactuando con las fuerzas de la naturaleza nos revelan la magia de ese lugar.
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