Autor: Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660)
Fecha: 1634
Estilo: Barroco
Técnica: Óleo sobre lienzo
Este cuadro lo realiza Velázquez en 1635 para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro que el rey español Felipe IV había mandado edificar en Madrid.
En él se recoge un hecho histórico. Hacia más de ochenta años que había problemas entre las Provincia Unidas de los Países Bajos (Holanda actual) y España. La búsqueda de la independencia de España y la religión calvinista que se había instalado en aquellas zonas habían llevado a una serie de guerras de las tropas españolas allí. A comienzos del XVII, con Felipe III en el poder, se firmó la Tregua de los Doce Años, pero, al terminar la tregua, surgieron de nuevo las discordias y las tropas españólas vencieron a las holandesas en la batalla que se dio en la ciudad de Breda.
La entrega de las llaves de la ciudad que realiza Justino de Nassau, gobernador de la ciudad, a Ambrosio de Espínola, jefe de las tropas españolas, es la señal del final de la contienda. Según cuentan las crónicas de la época, la entrega de la ciudad se hizo en un ambiente de trato deferente para el vencido, sin buscar la humillación de este. Por eso vemos el gesto amable de Ambrosio de Espínola colocando la mano sobre el hombre de Justino de Nassau.
Velázquez rompe con la tradición de humillar al vencido. Esta manera de entender el arte, de que el arte salve al individuo, es propio de la pintura española de la época y se puede apreciar en otras obras de Velázquez (cuando retrata a los bufones), de Rivera (El Patizambo) o de Murillo (Niños comiendo uva y melón).
El cuadro está organizado con dos escenas. En la que está más próxima a nosotros aparecen las tropas de los vencedores (a nuestra derecha), con las picas (no lanzas) numerosas y en alto, la bandera y los vestidos propios de la milicia. A la izquierda están las tropas vencidas, con otro tipo de armas, poco numerosas, y trajes distintos a los de los vencedores.
En la parte del fondo, la mitad superior, aparece la ciudad de Breda y los movimientos de tropas e incendios de la batalla que se está dando y que prácticamente ha terminado. No hay sangre ni destrucción en el cuadro; la destrucción está solamente insinuada con la humareda del fondo.
Los personajes de la derecha son retratos de los que se ha perdido el nombre, escepto de uno de ello, que puede ser al autorretrato de Velázquez, en la parte derecha, con sombrero. Un aspa formada por dos diagonales que se cruzan en las llaves y que se hunden hacia el fondo forman un esquema barroco utilizado por Velázquez.
La perspectiva en profundidad la consigue con diferentes elementos; uno de ellos es el formado por dos caballos, uno a la derecha y otro a la izquierda, en posturas contrapuestas, que hunden nuestra vista en profundidad. Otra forma de conseguir la perspectiva es desenfocar ciertas partes del cuadro y darlas distinta luminosidad. De esta manera consigue una perspectiva que será propia de Velázquez y que se llama perspectiva aérea (detrás de los personajes principales hay una zona oscura, a la que sigue una más iluminada en la que se ven tropas caminando, para volver a una zona más oscura).
El cuadro estaba destinado para mayor gloria del rey español, Felipe IV. Se colocó en la sala en la que el monarca recibía a los embajadores extranjeros. Se trataba de impresionar con las victorias conseguidas por España. En este Salón de reinos había pintado Zurbarán, llamado por Velázquez, los Trabajos de Hércules (simbolo del rey victorioso); además los reyes presumían de ser descendientes de Hércules. También había otros cuadros de pintores importantes del momento.
2 comentarios:
Realmente GENIAL
la descripcion un poco mas resumida
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