Obra: San Hugo en el refectorio
Autor: Francisco de Zurbarán (1598-1664)
Fecha: Siglo XVII (h. 1655)
Estilo: Barroco
Técnica: Óleo sobre lienzo
Este cuadro al óleo fue pintado por Zurbarán para la Cartuja de Sevilla hacia 1655. Según cuenta la leyenda, en 1084, San Hugo, obispo de Grenoble, alimentaba a San Bruno, fundador de los cartujos, y a seis compañeros fundadores más. Un domingo les mandó carne para comer. La discusión saltó entre los monjes: ¿deberían comer la carne o seguir la regla que les mandaba hacer abstinencia de carne y guardar silencio total? Mientras discutían, cayeron en un profundo sopor del que no despertaron hasta cuarenta y cinco días después. Ese día, el miércoles santo, san Hugo, que no sabía lo que había pasado, subió a verles. Al llegar al refectorio (comedor del monasterio) vio cómo se despertaban del letargo. Al acercarse a los platos comprobó que la carne se había convertido en ceniza. El paje que acompañaba al obispo quedó sorprendido del hecho.
Los monjes llegaron a la conclusión que era del agrado de Dios que siguieran con la abstinencia perpetua de carne. Y así lo siguieron haciendo hasta el día de hoy.
Es un cuadro animado del espíritu de la Contrarreforma, que pedía escenas fácilmente reconocibles por los fieles, en este caso, reconocibles por los monjes. Por eso, lo cuadros de Zurbarán tienen una composición muy sencilla. En este caso, ante una mesa en forma de L están los siete cartujos. San Hugo, delante de la mesa, comprueba los platos. El paje del obispo, también delante, es la única nota anecdótica en la obra. El fondo es una pared lisa y uniforme sobre la que se recortan las figuras de los monjes.
Apenás le interesa la profundidad; una simple y pequeña puerta a la derecha, con una arquitectura muy simple al fondo, es lo máximo que se permite para dar idea de profundidad.
La tensión espiritual del momento queda reflejada en los rostros de los personajes en los que se aprecia el rigor de su vida y el estado de arrebato místico en el que están sumidos. Unos rostros propios de naturalismo de Zurbarán en los que se aleja del amaneramiento del manierismo.
Zurbarán es maestro en el empleo del color blanco. Varias órdenes religiosas para las que hace distintas series (cartujos, mercedarios, jerónimos, dominicos, etc.) visten con el hábito de este color. Se dice que fue capaz de llegar a conseguir cerca de cien tonos distintos de blanco. Se llama a Zurbarán el pintor de los monjes de hábito blanco.
Zurbarán es, también, un gran maestro de naturalezas muertas, a pesar de las pocas obras que nos dejó. Pero en muchos de sus cuadros suele aparecer algún bodegón trabajado con una admirable técnica. Es el caso de las jarras de cerámica blanca y azul de Talavera con escudos del obispo y de la orden cartuja, de los panes y de los platos con carne que están sobre la mesa.
El cuadro presenta, además, otro cuadro colgado en la pared del refectorio. Es el tema, tan barroco, del "cuadro dentro del cuadro". En él se representan dos escenas; a la izquierda la Virgen María, con el Niño Jesús en el regazo, descansa sentada en su huida a Egipto; a la derecha está la figura de San Juan Bautista, el Precursor, vestido con piel de camello sentado en el desierto.
El sentido es claro: aunque la dificultad de la penitencia que realiza el monje sea grande y dura, ha habido santos que han sabido aceptar las limitaciones y dificultades de la vida; en ellos debe inspirarse y animarse.
A comienzos del siglo XVII había en Sevilla treinta y siete conventos, y se siguieron fundando más en ese mismo siglo. Estas órdenes religiosas se convirtieron en los grandes mecenas de los pintores. Y eran exigentes en cuanto a la composición y calidad de los encargos realizados. Los superiores de estos conventos, abades o abadesas, eran, normalmente personas cultas, eruditas y refinadas, con un criterio claro ante la obra de arte. Y muchos lugares del convento, además de la iglesia, se enriquecieron con cuadros; es el caso de sacristías, claustro, refectorio, celdas, bibliotecas, salas capitulares. Por eso, el trabajo para estos pintores de primera fila (Velázquez en su etapa sevillana, Zurbarán, Murillo, etc.) estaba asegurado.
1 comentario:
gracias por este trabajo :)
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