domingo, 8 de marzo de 2009

Planta de san Pedro del Vaticano (Bramante)

 
Constantino había mandado levantar en el siglo IV una basílica cristiana en el mismo lugar en que, según la tradición, había sido enterrado san Pedro. Al llegar al siglo XV esta basílica estaba bastante deteriorada y amenazaba ruina, por lo que que el papa Nicolás V decidió encargar a Bernardo Rosellino la construcción de una nueva basílica para reemplazar a la anterior. Apenás pudo hacer nada. 
En 1506, el papa Julio II, nuevo mecenas de las artes en Roma, encarga el trabajo a Bramante. Así comienza la historia de la actual basílica de san Pedro del Vaticano. Bramante, como buen renacentista, aplica el esquema de plan central, típico del renacimiento, con una cúpula en el centro de una cruz griega. La cúpula estaba inspirada en la del Panteón, aunque iría montada sobre pechinas y con un alto tambor con una columnata. Estaría rematada por una linterna La planta central, con la cúpula como símbolo de la perfección de Dios, era el planteamiento teórico que se consideraba más perfecto, pero que no siempre se llevó a la práctica por razones prácticas. A pesar de ello, no dejaba de ser el preferido teóricamente. Aquí intenta Bramante llevarlo adelante con todas las consecuencias. 
Las fuerzas de esta cúpula estarían contrarrestadas por otras cuatro cúpulas menores que a su vez serían contrarrestadas por unas torres, a la manera bizantina, según se había realizado en San Marcos de Venecia. 
En los cuatro brazos de la cruz, abovedados con bóvedas de cañón, se abrían cuatro ábsides con entrada al templo por cada uno de ellos. En las esquinas colocó cuatro torres cuadradas de alzado escalonado. Todo ello quedaría inscrito en un cuadrado. Estos elementos geométricos indicaban la perfección que se debía buscar a través del arte. 
El sentido de esta disposición era claro: la iglesia es católica, es decir, acoge a los hombres que llegan a ella desde cualquiera de los cuatro puntos cardinales bajo el amplio espacio de la cúpula. 
La muerte de Bramante en 1514 hizo que, al final, la obra se ofreciera a Miguel Ángel quien dará a la basílica gran parte de su actual aspecto.

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