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lunes, 28 de marzo de 2011

Delacroix: La libertad guiando al pueblo


Obra: La libertad guiando al pueblo  
Autor: Eugène Delacroix (1798-1863) 
 Fecha: XIX (1830)  
Estilo: Romanticismo  
Técnica: Óleo sobre lienzo
 
Esta obra fue pintada por Delacroix después de los tres días de julio de Revolución que se produjeron en París en 1830. Como resultado, el rey Carlos X, que había suprimido el Parlamento y quería restringir la libertad de prensa, fue destituido del trono y sustituido por Luis Felipe Orleáns. La revolución se extendió por el continente europeo. Inglaterra no participó del proceso pues era una monarquía parlamentaria, pero vio surgir el movimiento obrero y el movimiento político con el cartismo. Sin embargo, las potencias absolutistas de la Santa Alianza consiguieron reconducir el proceso revolucionario sin que hubiera más revoluciones hasta la siguiente de 1848. Es una de las Revoluciones burguesas o Revoluciones liberales, de la que supone un ciclo revolucionario, continuación de la Revolución de 1820 (originada en España con el levantamiento del general Riego), y que será a su vez continuado por la citada Revolución de 1848 y la de 1871.
La revolución fue seguida por ciudadanos enojados de todas las clases sociales; no existió un único cabecilla. En medio de una ciudad en llamas, surge una mujer, muy sensual y realista, que representa a la vez a la Liberad y a Francia. Va con el pecho al descubierto, lo que escandalizó a críticos y a parte de la sociedad de la época. Lleva en su mano derecha la bandera tricolor y en la izquierda el fusil
 
Le acompañan miembros de las diferentes clases sociales: unos obreros con espada y sable a la izquierda, un burgués con sombrero de copa con una escopeta (el propio Delacroix), un moribundo andrajoso que mira fijamente a la mujer para señalar que ha merecido la pena luchar, y un adolescente con dos pistolas. Así se manifiesta la amplia participación ciudadana y deja clara que la causa común no mira la procedencia jerárquica. 
 
 
Al fondo aparece la ciudad envuelta en el humo de la pólvora. El ambiente es muy denso y no se aprecian casi las figuras posteriores. Pero sí se ve al fondo, difuminada, Notre Dame, la catedral de París, con la bandera tricolor en lo más alto.
La composición se inscribe en una pirámide cuya base son los cadáveres que han caído en la lucha contra la tiranía, cadáveres iluminados para acentuar su importancia. La quietud de los muertos se contrapone con el gesto hacia delante de los combatientes que avanzan hacia el espectador, de tal manera que a éste no le queda otro remedio que unirse al grupo o dejarse arrastrar por él. La obra rebosa movimiento, tanto en las diagonales como en los propios personajes; de esta manera se representa a la muchedumbre enfurecida en armas. Los escorzos, el movimiento y la disposición asimétrica de los personajes, recuerdan las obras del Barroco. 
 

El cuadro está realizado con colores pálidos y ocres, aunque en ocasiones utiliza colores vivos para indicar el dramatismo de la escena. La pincelada, que recoge lecciones de Goya, es suelta. Las fachadas y tejados de las casas se reducen a un conjunto de minúsculos toques, así como las pequeñas imágenes de soldados en el centro del extremo derecho, que no son más que un conjunto de manchas. La luz, irreal, es un elemento primordial. Estalla con fuerza en la camisa del hombre caído en primer plano para envolver la figura de la alegoría y disolverse por medio de la polvareda con el humo y las nubes, e impedir contemplar con claridad el grupo de figuras que se sitúan tras el personaje femenino, así como las torres de Notre-Dame. Es una luz violenta.
La libertad estaba ligada indisolublemente en aquella época al concepto de Patria. Por eso, la figura central de la mujer, alegoría de la libertad, lo es también de la nación., y por ello va con la bandera tricolor y el gorro frigio, símbolos revolucionarios pero que el nuevo régimen, a pesar de ser monárquico, adoptó. Y por eso aparece Notre Dame y la bandera francesa en ella.
Con esta obra, el romanticismo deja de mirar hacia la antigüedad y comienza a querer participar en la vida contemporánea. En ella el deseo de compromiso político se hace patente al convivir en la representación personajes reales, como el mismo artista. Es el primer cuadro político de la pintura moderna .

domingo, 27 de marzo de 2011

Géricault: La balsa de la Medusa

Obra: La balsa de la Medusa  
Autor: Théodore Géricualt (1791-1824) 
 Fecha: XIX (1819)  
Estilo: Romanticismo  
Técnica: Óleo sobre lienzo
 
En esta obra se representa las consecuencias del naufragio de la fragata de la marina francesa Méduse, que desviada de su curso, encalló el 2 de julio en frente a la costa de Mauritania.

Los pasajeros y la tripulación intentaron alcanzar la costa africana, a 60 kms, en seis botes. La Méduse llevaba 400 personas, incluida una tripulación de 160, pero en los botes solo había espacio para 250. El resto -al menos 146 hombres y una mujer- se apiñaron en una balsa rápidamente construida de 20 por 7 metros, que se sumergió parcialmente una vez que fue cargada. (Grabado sobre el momento del abandono de la fragata Medusa por medio de una balsa improvisada. Los mástiles de la fragata han sido cortados para construir la estructura de la balsa).


Miembros de los otros botes intentaron arrastrar la balsa, pero tras unos kilómetros, las amarras se soltaron o alguien las soltó. El capitán dejó a los pasajeros entregados a su suerte. La situación se degradó; pues en la primera noche; 20 hombres se suicidaron o fueron asesinados, ya que para comer sólo se tenían una bolsa de galletas y dos contenedores de agua. Todas las personas, excepto 15, murieron durante los 13 días que tardaron en ser rescatadas por la nave Aarhus, y por suerte, ya que las autoridades no intentaron buscar la balsa. Los sobrevivientes soportaron el hambre, la deshidratación, la locura y el canibalismo (como se ve en este boceto previo, aunque al final no lo reprodujo).
 

El hecho llegó a ser un escándalo internacional, y una enorme vergüenza pública para la restaurada Monarquía francesa de Luis XVIII. La historia fue censurada por el gobierno, que impidió que se conociera por la prensa. 
Géricault, al que nadie le había encargado el cuadro, seleccionó conscientemente este incidente para generar un interés público y que le ayudara a comenzar su carrera de pintor. El cuadro mantiene relación con los cuadros de historia, pero rompe, tanto por el tema como por la presentación, con la calma de la pintura neoclásica. Fue prohibida su exposición durante dos años, pero al ser exhibida en el Salón Oficial causó un tremendo escándalo social.
Antes de pintarlo, hizo numerosos bocetos y estudios previos, tanto del conjunto del cuadro como de los personajes.


Trabajó sobre cadáveres y restos humanos sacados de cementerios y ejecuciones públicas gracias a la intervención de un amigo médico. Hoy nos quedan pequeños cuadros de trozos humanos, fantásticos y escalofriantes estudios anatómicos.

También hizo construir un modelo detallado a escala de la balsa, entrevistando para ello al ingeniro Alexandre Correard y al cirujano Jean-Baptiste Savigny, dos de los supervivientes. (en la imagen, un modelo de cómo era desde arriba y una reconstrucción Reconstrucción de la balsa a escala 1:1. Museo de la Marina en Rochefort -Charente-Maritime).

 Al final de tanto trabajo y estudio, el resultado quedó reflejado en varios bocetos. He aquí dos de ellos.

Los personajes componen toda una serie de expresiones patéticas. La desesperación e impotencia más absoluta se aprecia en el anciano que da la espalda al barco y que sostiene el cadáver de su hijo muerto. El atisbo de la esperanza llega al entusiasmo desbordado de los hombres que agitan sus camisas al horizonte, donde se aprecia el mástil del barco salvador en el horizonte. La visión es completamente dantesca, con la balsa medio deshecha por el oleaje, los cuerpos de los muertos, putrefactos, mutilados, desperdigados por la balsa. Pero Gericault eliminó los detalles más escabrosos, como el canibalismo, heridas, etc. Incluso eliminó el barco de la esperanza, que quedó reducido a un punto lejano.



Más que personas, son símbolos de la desesperanza y la desilusión. El cuadro acentúa esta cruel desesperanza ya que el viento corre en su contra, azotando la vela hacia el lado contrario al supuesto navío salvador. Además, grandes olas se ven en el fondo; y el cielo encapotado anuncia tormenta.

 
Organiza la composición formando dos pirámides. La primera la dibujan los vientos que sostienen la vela. La segunda está formada por las figuras inferiores de los muertos, que serían su base, y se alzaría, pasando por los enfermos y moribundos, hasta la figura de la cúspide, que cobra nuevas energías ante la perspectiva del rescate.
También la escena se construye sobre el eje de una gran diagonal que va desde el cuerpo muerto y extendido de la izquierda hasta el hombre que, alzado por sus compañeros, ondea la camisa. Frente a ella, y en sentido contrario, se cruza una segunda diagonal desde el cuerpo de la esquina derecha a la improvisada vela hinchada. Gracias al enlace de las posturas de los personajes, el cuadro se presenta como una masa humana en pleno dinamismo. 
 

El tratamiento del espacio busca dar mayor importancia a la escena que ocurre en la balsa. Para ello, el pintor elige un punto de vista elevado que nos permite apreciar todos los distintos sentimientos de los náufragos, cerrando el espacio por una línea de horizonte muy alta que reserva el tercio superior del lienzo a la representación de un cielo tormentoso que acentúa la tragedia. 

En las figuras existe una fuerte tendencia hacia el realismo. Busca gestos expresivos y fuertes escorzos que le permiten intensificar el clima emocional a la vez que demuestran su exquisito dominio de la anatomía humana aprendido tanto del natural como de los grandes maestros.
En resumen, esta obra es un verdadero manifiesto de lo que será la escuela romántica, tanto en lo temático (visión trágica y pesimista de la realidad con un hombre enfrentado a fuerzas poderosas ante las que termina sucumbiendo), como en lo técnico (uso del repertorio manierista y barroco de diagonales, tenebrismo, colores cálidos, escorzos en busca de una imagen dramática y perturbadora que convenza al espectador a través de los sentimientos). .