lunes, 21 de marzo de 2011

Goya: Fernando VII


Obra: Fernando VII, rey de España
Autor: Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)
Fecha: XIX primer tercio (1814)
Estilo: Neoclásico
Técnica:
Óleo sobre lienzo

En 1789, al subir Carlos IV al trono español, Goya es nombrado pintor de Cámara del Rey. Esto le capacitaba para ejecutar los retratos oficiales de la familia real. Entre los retratos que pinta a miembros de la familia real está este encargado por el Ayuntamiento de Santander para presidir el salón de sesiones. 
Lo más importante es que el cuadro se realiza después de la vuelta de Fernando VII y de la abolición de lo realizado por las Cortes de Cádiz durante su ausencia de España. Entre otras cosas, supuso la abolición de la Constitución de 1812, la restauración de la Inquisición, la prohibición de la libertad de imprenta, etc. 
Fueron momentos malos para Goya, acusado de afrancesado y liberal. Sin embargo, Goya trató de eludir todo signo de afrancesamiento. En el contrato se lee cómo debe ser realizado el cuadro: «Ha de ser el lienzo de siete pies de alto por el ancho proporcionado. El retrato deberá ser de frente y de cuerpo entero; el vestido de Coronel de Guardias con las insignias reales. Deberá tener la mano apoyada sobre el pedestal de una estatua de España coronada de laurel y estarán en este pedestal el cetro, corona y manto: al pie un león con cadenas rotas entre las garras». Y así lo recoge el cuadro.  
Fernando VII aparece de cuerpo entero con el uniforme de Coronel de Guardia de Corps, con fajín rojo a la cintura, con la banda de la Orden de Carlos III, con varias condecoraciones (Toisón de Oro, Orden de Carlos III) y el sable reglamentario. Apoya su brazo izquierdo en el pedestal que soporta la alegoría de España coronada de laurel. 
A la izquierda del monarca se sitúan el cetro, la corona y dos mantos, uno rojo y otro de armiño. Sobre éstos se aprecia un enigmático objeto, especie de transparente bóveda de crucería que guarnece algo parecido a una piedra. A los pies se recuesta un manso león, con una cadena entre las garras y en el suelo se sitúan diversos eslabones rotos. 
Usa vivos y vibrantes rojos, azules y blancos. Hace una sabia modulación de los negros y un disperso moteado de verdes esmeraldas, sutiles nacarados. Y todo se muestra con un desenfadado tratamiento técnico. 
Al rey se le eliminó posteriormente el cetro y la corona de laurel con la que le coronaba la figura femenina que se encuentra encima de él, y que sería la alegoría de España. Estos cambios realizados por el pintor nos hablan de la ilusión primitiva que Goya sintió por un Fernando VII constitucional (con cetro y laurel constitucionales) cuando volvió en 1814 y la desilusión que le produjo al pintor la vuelta al absolutismo. Por eso le retrata como rey que no es digno de llevar el cetro ni la corona de laurel. 
Estas interpretaciones pueden otorgar a la obra de Goya un contenido de rico trasfondo político e ideológico. Y es que a Goya se le podía dictar la iconografía, pero su brillante y compleja personalidad difícilmente podía sujetarse a dictados externos a la hora de otorgarles contenido.

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